El padre de la familia romana (paterfamilias) ejercÃa un poder absoluto y permanente sobre todos los demás miembros de la familia (patria potestas): su esposa, sus hijos y sus esclavos. Si el padre del padre estaba vivo, entonces él era la autoridad suprema en la casa. A los padres incluso se les permitió ejecutar a sus hijos mayores por delitos tan graves como la traición.
Cada casa mantenÃa un culto de antepasados y dioses del hogar, y el paterfamilias (padre de la familia) era su sacerdote. Se pensaba que la familia poseÃa un "genio" (gens), un espÃritu interior, transmitido de generación en generación. Los miembros vivos y muertos de la familia compartÃan las gens y estaban sujetos a ella.
La descendencia legÃtima pertenecÃa a la familia del padre. El padre conservó la custodia si la pareja se divorciaba exclusivamente por iniciativa del marido. El padre tenÃa derecho a rechazar a un recién nacido, generalmente a niños o niñas deformes. Esto llevó a una grave escasez de mujeres en Roma.
El padre de la novia tuvo que pagar una dote considerable a la familia del novio, empobreciendo asà a los otros miembros de la familia. Además, las hijas compartÃan igualmente el patrimonio de un padre que murió sin testamento, transfiriendo asà los bienes de su familia de origen a la familia de su esposo. No es de extrañar que las mujeres fueran condenadas como una responsabilidad económica.
Al principio, los esclavos se consideraban parte de la familia y eran bien tratados. Se les permitió ahorrar dinero (peculium) y comprar su libertad. Los esclavos liberados se convirtieron en ciudadanos romanos de pleno derecho y, por lo general, se quedaron con la familia como empleados contratados o como trabajadores remunerados. Sólo mucho más tarde, en las vastas plantaciones amasadas por los romanos ricos, los esclavos fueron abusados y considerados como propiedad inanimada.
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